Iñaki Urdangarin, yerno del rey Juan Carlos y cuñado del rey Felipe VI, pasará los siguientes cinco años y diez meses en prisión desde este lunes.
A primera hora de la mañana, el esposo de la infanta Cristina ingresó en la prisión tras ser condenado por el escándalo de corrupción que puso en jaque a la monarquía española.
El exdeportista profesional llegó a las 8.15 de la mañana a la cárcel de Brieva, en Ávila, a unos 100 kilómetros de Madrid. Según fuentes penitenciarias, se trata de un centro de mujeres que tiene un módulo para hombres.
Urdangarin es el primer familiar del rey español que entra en prisión y lo hace a raíz del llamado «Caso Nóos», un escándalo de corrupción que lo llevó al banquillo de los acusados en 2016 junto a la infanta Cristina, quien fue absuelta por el tribunal.
Tal y como establece el protocolo habitual, tras su entrada en la cárcel de Brieva será examinado por un equipo médico y psicológico y a partir de entonces se abrirá un plazo máximo de dos meses para decidir su situación penitenciaria.
Urdangarin también recibió un folleto de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias de España con 36 hojas de «información útil y básica» para que los nuevos reclusos conozcan «sus derechos y deberes», «las posibilidades de comunicación con su familia, su abogado y otros profesionales» y «otros aspectos del funcionamiento del sistema penitenciario que pueden resultarle útiles».
La Justicia española investigó los negocios que hizo entre los años 2003 y 2006 al frente del Instituto Nóos, una organización vinculada al mundo del deporte y en teoría sin fines de lucro que el ex deportista creó junto con Diego Torres, uno de los profesores que había tenido en un máster en negocios.
A ambos, imputados por el juez José Castro, se los acusó de haberse apropiado de casi 6 millones de euros de dinero público, cifra que procedía sobre todo de contratos con los gobiernos regionales de las Islas Baleares y de Valencia.
El caso se resume básicamente en el supuesto aprovechamiento del parentesco con la Casa Real por parte de Urdangarin y de su socio para lograr suculentos contratos adjudicados a dedo. Los servicios se contrataban por precios desorbitados, muy por encima del coste real, y también se facturaban servicios ficticios. Que Urdangarin fuera el yerno del entonces rey de España fue la clave de ese trato de favor, según el juez.


