La visita de estado del presidente Donald Trump a Gran Bretaña se inició ruidosamente este lunes, con violación de todos los códigos de la diplomacia y un ataque “on line”, antes de su aterrizaje contra el alcalde de Londres , Sadiq Khan.
Nadie sabe cómo finalizarán sus 72 horas en el reino, en las celebraciones del 75° aniversario de la invasión a Normandía.
Al menos no cometió otra gaffe durante el banquete real frente a la reina Isabel II, que fue una competencia de tiaras, rubíes, diamantes y esplendor entre todas las Royals.
Parecía otro Trump frente a sus vulgaridades de la mañana, honrando “las relaciones especiales” y “los valores comunes de libertad y democracia”. No mencionó el Brexit ni una sola vez.
En un día primaveral, con la capital tomada por extraordinarias medidas de seguridad, Trump fue el primer presidente norteamericano en aterrizar con su imponente helicóptero en el jardín trasero del palacio de Buckingham. Solo tres presidentes de EE.UU. han obtenido una visita de estado, invitados por la soberana.
Para su sorpresa no lo esperaba la reina Isabel frente al helicóptero sino el príncipe Carlos, el futuro heredero y en transición al trono para reemplazar en muchas funciones a su madre, y su esposa, Camilla.
El misterio y los gestos en silencio son la arquitectura política de la Casa de Windsor. La ausencia de la reina en la bienvenida era su primer mensaje a sus acusaciones de ”desagradable”y “ helado perdedor” que le lanzó a Khan, la máxima autoridad de la capital británica, hijo de un conductor de ómnibus paquistaní. Era claro: ningún maltrato le estaría permitido al jefe de Estado en esta histórica e incómoda visita organizada por la reina a pedido de la premier Theresa May.